Nuestra mascota Zafarranchito, acostumbrada a pasear por el mundo entero gracias a vosotros, aprovechó un paseo con nuestro oyente Emilio al aeródromo de Cuatro Vientos en Madrid para apropiarse de un Polikarpov I-16 y, después de atravesar el Atlántico, aterrizar en norteamérica para encontrarse con Federico, un oyente mexicano que lo había invitado a visitar el Fuerte San Carlos de Perote.
El Polikarpov en cuestión pertenece a la colección privada «Fundación Infante de Orléans«, la segunda colección de aviones históricos operativos más grande del mundo, superada únicamente por la la Shuttleworth Colection.
La colección madrileña tiene aviones de distintas épocas, incluyendo un DH Moth de 1923. Muchos de esos aviones son ejemplares únicos, lo que le otorga más valor a la colección.
El Polikarpov I-16 que está detrás de Emilio y de Zafarranchito participó en la Guerra Civil Española en el bando republicano cuyos pilotos lo bautizaron «Mosca» porque esos aeroplanos de combate llegaron a España desarmados y embalados en cajas que tenían grabadas la ciudad de origen: «Moska», o sea, Moscú. De ahí a ponerle el sobrenombre del insecto volador sólo había un paso, o como en este caso, una letra …
El I-16 fue la espina dorsal de la aviación soviética durante la Segunda Guerra Mundial y de la Republicana en la Civil Española. Estaba inspirado en el Gee Bee, el famoso avión de carreras norteamericano que mencionamos brevemente en nuestro séptimo episodio regular dedicado al General Doolittle. Además del apodo «Mosca» dado por los pilotos republicanos, el bando nacional lo llamó » Rata «. Los finlandeses, que se enfrentaron a ese avión en la Guerra de Invierno de 1939, lo bautizaron Siipiorava o «Ardilla voladora».
Pues bien, aprovechando que todos en Cuatro Vientos veían absortos las piruetas de otro avión de la colección, Zafarranchito se introdujo subrepticiamente dentro de la cabina del Polikarpov, lo encendió y antes de que Emilio y los demás presentes pudieran reaccionar, despegó.
Manteniéndose a muy baja altura, Zafarranchito voló entre edificios de Madrid y por debajo de los puentes de las autopistas eludiendo a la patrulla de guardia de F-18 del Ejército del Aire que despegó para interceptarlo.
Sobre cómo atravesó el Atlántico hay varias teorias. Unos sostienen que Vladimir Putin lo apoyó enviéndole el avión de reabastecimiento en vuelo Ilyushin Il-78 Midas, que mantiene secretamente patrullando entre La Habana y San Petersburgo por lo de la crisis de Ucrania. Otros dicen que pidió permiso y aterrizó en el Portaaviones francés Charles De Gaulle, que iba de gira al Golfo de México.
Lo importante es que Zafarranchito aterrizó en las 14 hectáreas de terreno plano que rodean la Fortaleza de San Carlos. Después de encontrarse con Federico recorrieron el castillo construido por los españoles entre 1770 y 1776 como respuesta a la invasión británica de La Habana de 1762.
Durante la Guerra de Independencia de México contra España el fuerte sirvió como base para las tropas realistas. Después fue sede de la primera escuela militar de México. En 1850 se mandó a demoler, pero las autoridades no tenían ni el dinero, ni la tecnología ni la voluntad para destruir algo tan sólidamente construido. Por ese motivo estuvo abandonado durante décadas hasta que la Revolución Mexicana lo transformó en cárcel. Sirvió como Centro de Readaptación Social hasta el 2008 y desde entonces se está trabajando en él para convertirlo en museo. Después del interesante paseo Federico y Zafarranchito se despidieron no sin antes contactar con la Embajada de España para que recogiera el Polikarpov I-16.
Muchas gracias a Fede y a Emilio por sacar a pasear a Zafarranchito. Aprovechamos para invitaros a escuchar el podcast de Emilio, llamado «Motor y al Aire» dedicado a la aviación militar y los simuladores virtuales de vuelo. Podréis escucharlo haciendo click AQUÍ.