En el otoño de 1908, Wilbur Wright estaba realizando vuelos de demostración en Francia, acontecimientos que atraían multitudes. Los vuelos estaban organizados por míster Berg, el representante europeo de los hermanos Wright.
Amén de demostrar que un aparato más pesado que el aire -denominación dada a los aviones primitivos para diferenciarlos de los globos aerostáticos- podía efectuar vuelos controlados, las exhibiciones también servían para que unos pocos afortunados se conviertieran en los primeros pasajeros. Entre ellos estaba la señora Hart O. Berg, la esposa de míster Berg, el representante.
Cuando la señora Berg pidió ser paseada en el avión, Wilbur la sentó en el único asiento de pasajeros, situado sobre el ala, a su diestra. Y para que lo único que levantara el vuelo fuera el avión y no la falda piloto y pasajera ataron una cuerda alrededor de la falda, a la altura de las pantorrillas.
Dos minutos y medio después y de vuelta en tierra la emocionada señora se alejó del avión, pero sin quitarse la cuerda de debajo de las rodillas.
La escena, captada por un modisto francés, fue la semilla de la famosa falda Hobble o falda trabada como se le dice en castellano, pieza que ha sabido adapatarse y mantenerse vigente tal y como demuestran sus últimas versionas, las de nuestro bien entrado siglo XXI…
Podréis saber más de aviones, hidroaviones, viajes cortos como el de la señora Berg o viajes larguísimos como el emprendido por 24 hidroaviones que fueron desde Roma hasta Chicago y desde allí regresaron a la ciudad eterna superando mil y un contratiempos, escuchando nuestro episodio titulado Los centuriones alados y sus asombrosos hidroaviones, disponible para su escucha y/o descarga gratuita haciendo clic AQUÍ o activando este reproductor: