La mejor manera de aprender el concepto de barlovento es…, ¡VOMITANDO FUERA DE BORDA!

Nuestros seguidores lobos de mar ya están o arrugando la cara o riéndose a carcajadas, tal vez por haber aprendido la lección en carne propia…
Barlovento y sotavento son términos marineros que indican una dirección. Barlovento es el lugar de donde proviene el viento y sotavento es aquella zona hacia donde va.
Es importante recalcar que son referencias relativas, es decir, que lo que para un barco es barlovento para otro puede ser sotavento. Todo depende del lugar desde el que se observen los elementos.
¿Y qué tiene que ver el estar mareado con todo esto?
Pues…, si un marinero no tiene claro estos conceptos, puede cometer el error de vomitar en contra del viento, es decir, hacia barlovento. ¿Y qué pasa cuando arrojas un buen chorro de cualquier cosa hacia el lugar de donde viene el viento?
Eso que estás pensando querido internauta, eso que estás pensando…
Los marinos no somos seres malignos. Este escatológico saber se lo explicamos muchas veces a los principiantes para que no les pase eso que acabamos de contar. Pero el mareo, las nauseas y la desesperación juegan en contra de las explicaciones y consejos. De ahí que, cuando se sale a navegar con novatos, los veteranos hagan apuestas para adivinar cual de los pipiolos será el primero en aprender por las malas qué es barlovento.
Y…, ¿qué tiene que ver la COVID-19 con todo esto?
Pues…, por algo que me pasó ayer, durante el primer día de vigencia de la obligatoriedad del uso continuado de la mascarilla en Galicia.
El sitio de Coruña en el que vivo se llama El Ventorrillo barrio que, siendo el más alto de una ciudad asomada al Atlántico, hace honor a su nombre. Pues bien, caminaba cuesta abajo con mi mascarilla quirúrgica bien puesta sobre boca y nariz cuando tuve que adelantar -por una acera estrecha- a un joven encorvado sobre su teléfono inteligente y cuya mascarilla le protegía el mentón, supongo que de los rayitos de luz provenientes de la pantalla. Tomando en cuenta el viento sostenido de nornoroeste -calculé que de unos 12 nudos- practiqué el sorpaso manteniéndome a barlovento del distraído individuo, maniobra que completé a la perfección antes de llegar a un recodo del camino.
Ahora bien, cual no fue mi sorpresa cuando de la esquina despuntó un azorado deportista que, en pleno frenesí atlético, se cruzó conmigo, resoplando en su lucha por alcanzar la cumbre de la cuesta.
Lo intempestivo de la confluencia hizo que el corredor me pasara por mi barlovento o, tomándolo a él como referencia, por su sotavento. E, impulsados por los doce nudos sostenidos provenientes del nornoroeste, sin duda llegaron a mí centenares de esas invisibles gotitas que los virólogos anglosajones llaman droplets.

El chaval no llevaba -ni debía llevar- mascarilla. La nueva normativa lo eximía en esa circunstancia.
Lo que pensé en ese momento, más que en las posibles esferitas pinchudas que podían estar arrastrándose por mis conductos lagrimales, fue en el almirante Horatio Nelson, hombre muy versado en eso de hacer que sus barcos ganaran barlovento para, con viento a su favor, acabar con sus adversarios, tal y como hizo en 1798 durante la Batalla del Nilo. Eso me ponía en la piel del almirante François-Paul Brueys d’Aigalliers, con la diferencia de que yo no era ni almirante ni tenía una flota francesa a mi cargo.
Más tarde, mientras sumergía manos y cara en una nube de espuma de jabón, otro pensamiento marinero vino a mi mente. Mmm…, más que un pensamiento, un refrán gallego: o que pasou A Marola, pasou a mar toda (quien pasa la Marola, pasa la mar toda), dicho que hace referencia a la mala mar que rodea la isla de La Marola y que, una vez superada, augura un resto de viaje sin contratiempos…
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