A pesar de que Zafarrancho Pódcast es un programa dedicado a la historia bélica, hasta en tres ocasiones hemos hablado de gatos. Uno llamado Simón, todo un héroe condecorado por su majestad la reina. Fígaro, la encarnación gatuna de un Hurricane cuyo piloto no dejaba Messerschmitt con piloto y por último Frankeinst-cat, el pobre gato espía de la CIA.
Si quieres conocer sus interesantes historias, te recomendamos escuches los episodios en los que aparecen:
«El gato, el barco y los comunistas» – Es el episodio dedicado a Simón, disponible AQUÍ.
«Sobre Gays y Guerra» – En este se habla de Ian Gleed, as de la RAF, el que derribaba pilotos alemanes a cascoporro a bordo de Fígaro, su Hurricane bautizado como el gato de Pinocho. Disponible AQUÍ.
«¿Sueñan los espías con gatos eléctricos?» – Episodio dedicado al espía gatuno sin nombre, el pobre gato-frankenstein de la CIA. Escúchalo AQUÍ.
Si a tí o a tu gato os gustan los episodios, no olvidéis de comentárnoslo a través de alguno de los muchos medios para comunicarse con este pódcast: Twitter; FB; Instagram; LinkedIn o apuntándose a la lista de correo (recibirás un cuento inédito al hacerlo).
P.D. Por cierto, un nuevo episodio está en elaboración. Será muy especial, sobre un tema al que le tenemos mucho apego en Zafarrancho Pódcast.
Meditando sobre la gran cantidad de tiros y explosiones que hay en una batalla, a un cierto punto nos preguntamos: ¿habrá habido alguna en la que un único zambombazo haya sido fundamental?
La búsqueda de respuesta dio como resultado este episodio en el que, además de estudiar a fondo la Batalla del Cráter de la Guerra de Secesión norteamericana, pasearemos por otros descomunales estallidos ofensivos no nucleares y no accidentales, creados con el propósito único de hacer daño al enemigo.
El tratamiento de estos temas está hecho al más puro estilo Zafarrancho Podcast, con puestas en contexto y explicaciones técnicas e históricas muy detalladas.
Otro punto a destacar es que, con esta entrega, Zafarrancho Podcast alcanza ocho años de existencia. Una andadura que sin sus fieles escuchantes no sería posible realizar.
Zafarrancho Podcast se publica bajo licencia Creative Commons 3.0 atribución compartir igual. Las piezas musicales que identifican las secciones son del artista sueco Matías Weslund. Los clips de audio insertados son libres y/o están amparados por los acuerdos entre la SGAE e Ivoox, el sitio en el que se publica este programa.
Podéis escuchar el episodio pinchando el reproductor situado abajo o descargarlo para su escucha posterior haciendo clic AQUÍ.
La Guerra de Secesión norteamericana tuvo dos tipos de teatros de operaciones: los móviles y los estáticos. La primera mitad del conflicto se caracterizó por idas y venidas de los dos bandos. Para la segunda mitad los ejércitos se movieron menos llegando, inclusive, a permanecer durante meses en un mismo lugar, como ocurrió al sureste de Petersburg y Richmond, la capital de la Confederación.
Tras una larga y fallida campaña del norte para tratar de conquistar la capital confederada, a mediados de 1864 el Ejército del Potomac (unionista) y el Ejército del Norte de Virginia (confederado) se hicieron fuertes el uno frente al otro a lo largo de siete kilómetros de trincheras, siendo las del Sur las más desarrolladas y difíciles de expugnar.
Para tratar de romper el cerco defensivo de Petersburg -la antesala de Richmond- los soldados del XLVIII Regimiento de Voluntarios de Pensilvania -que eran mineros antes de la guerra- sugirieron excavar un túnel hasta las trincheras confederadas para plantar una bomba y abrir una brecha que permitiera a los unionistas romper el statu quo. En nuestro programa titulado «La batalla de la gran explosión» encontraréis la reseña de esta acción, con una puesta en contexto múltiple que os dejará muy satisfechos, siempre que estéis buscando un análisis pormenorizado de los eventos, claro.
A continuación presentamos una serie de imágenes de soporte para aquellos que hayan escuchado el programa:
La imagen superior muestra la situación táctica. El óvalo representa el »Fuerte Elliot», el objetivo de la voladura unionista. La línea roja representa las trincheras confederadas y la azul las unionistas.
Magnificos refugios para uno y otro bando
Desarrolladas trincheras confederadas
Abbatis lines, picas anti-infantería
Tres vistas de las trincheras. A la derecha las sureñas, al pincharlas obtendréis ampliaciones.
La entrada estaba oculta en una zanja
Sección transversal
Interior del túnel
Entrada, sección transversal e interior del túnel.
Esquema del ducto vertical de ventilación
Vista del ingenioso sistema de ventilación
Corte y planta del tunel
Los 160 metros de túnel fueron excavados en ángulo ascendente, porque el bastión a destruir se encontraba colina arriba. Uno de los factores de éxito lo constituyó el ingenioso sistema de ventilación por convección que limitó a uno el número de ductos verticales, tal y como explicamos en el episodio.
Mineros excavando
Acarreo de los 3.629 kg de pólvora
Soldados mineros excavando o acarreando las casi cuatro toneladas de pólvora al final del túnel.
Explosión del Fuerte Elliot
Esquema del final del túnel y perímetro del agujero resultante
Explosión representada en un grabado de la época. A la derecha un esquema del final del túnel con el perímetro del cráter. El dibujo incluye un corte transversal. Al pincharlo se verá más grande.
El resultado (a batalla finalizada)
Cráter recuperado por la Confederación
El cráter visto desde la retaguardia unionista
Aquí se aprecia una foto del cráter a los pocos días de librada la batalla, un grabado del campamento que los confederados levantaron tras conquistar la hondonada y, abajo, una vista panorámica del cráter visto desde la retaguardia unionista.
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El campo de batalla quedó preservado para la posteridad bajo la figura de parque de interés histórico.
Si habéis aterrizado por casualidad en este blog y sentís curiosidad por lo expuesto en este artículo, os sugerimos escuchar «La batalla de la gran explosión» disponible para su descarga gratuita haciendo clic AQUÍ. También podéis escucharlo activando el siguiente reproductor:
De los muchos generales -confederados y unionistas- desplegados al sureste de Petersburg, cinco fueron los que estuvieron bajo la lupa en nuestro episodio titulado La batalla de la gran explosión:
Robert E. Lee fue el comandante del Ejército del Norte de Virginia y considerado el más representativo y respetado general confederado. A pesar de ser contrario a la secesión, Lee abandonó el U.S. Army para unirse a las milicias de su estado natal, Virginia, de las que llegó a ser su máximo comandante. Más tarde se convirtió en el líder militar más importante de la Confederación. Su rendición del 9 de abril de 1985 tras la batalla de Appomattox marcó el final de la contienda.
William Mahone. Fue el hombre clave en la victoria confederada porque su oportuna llegada evitó la ruptura del maltrecho frente sureño, golpeado duramente por la explosión de la gran bomba plantada bajo sus trincheras.
Ulysses S. Grant. Tras proporcionar un buen número de victorias al Ejército de la Unión este militar de carrera fue el hombre escogido por el presidente Lincoln para enfrentar al peso pesado de la Confederación, el general Lee. Tras vencer al correoso líder confederado se dedicó a la política obteniendo la presidencia de los Estados Unidos en 1869.
James H. Ledlie y Edward Guerrero. Fueron los comandantes de la primera y segunda oleadas de ataque contra la brecha abierta por la explosión de la bomba colocada por mineros bajo las trincheras confederadas. Estos dos generales pasaron a la historia por haber estado bebiendo en retaguardia mientras sus hombre luchaban y morían. El primero fue expulsado del Ejército de la Unión mientras que el segundo logró esquivar el bulto y finalizar la guerra con las charreteras bien plantadas sobre sus hombros.
Si queréis saber en detalle las obras, milagros y desdichas de estos hombres, os invitamos a escuchar el episodio activando el reproductor situado al final o descargándolo gratuitamente en el siguiente ENLACE.
En 1864, en el marco de la Guerra de Secesión norteamericana, un contingente de soldados unionistas destruyó un fortín en las trincheras confederadas excavando un túnel y colocando a 15 metros bajo sus pies una enorme bomba. Este fue el tema central de nuestro episodio titulado «La batalla de la gran explosión» (disponible para su escucha gratuita haciendo clic AQUÍ).
Muchas de las crónicas la catalogan como la explosión más grande hasta ese momento. Al verificar el asunto encontramos que, si bien había sido monstruosa, la humanidad ya había padecido otras iguales o hasta peores, zambombazos de órdago que decidimos incluir en una de las secciones del episodio.
Algunos de los estallidos reseñados en el programa son:
Explosión del puente
Brulotes explosivos
Puente-barrera para asediar Amberes
El ataque con barcos-bomba contra el Puente Farnesio, llevado a cabo en la noche entre el 4 y el 5 de abril de 1585. La explosión, que rompió parte del puente con el que Alejandro Farnesio había sitiado la ciudad de Amberes, fue escuchada a diez kilómetros a la redonda.
¡Meteorito!
Desastre en Beijing
La tragedia de Beijing de 1626 fue atribuida, en un principio, al estallido de una fábrica de pólvora y un depósito de municiones. Pero hoy día se cree que la destrucción absoluta de siete kilómetros cuadrados de la ciudad se debió al la desintegración a baja altura de un meteorito.
Si bien no fue de las más grandes, la explosión que en 1687 destruyó el Partenón evitó que el monumento llegara intacto hasta nuestros días. La tragedia se debió a la voladura de un depósito de pólvora que los otomanos habían instalado dentro.
Voladura de una trinchera alemana en el Somme
Cráter resultante
El episodio también incluyó dos enormes bombazos los cuales, siendo precisos, fueron dos ristras de explosiones coordinadas. Ambas ocurrieron al inicio de sendas batallas de la Primera Guerra Mundial: la del Somme (1916) y la de Messines (1917). Y en las dos ocasiones los británicos excavaron 19 túneles para plantar bajo las trincheras alemanas igual número de bombas. La detonación simultánea de las cargas de Messines pasó a la historia como uno de los estallidos ofensivos -no nucleares- más grandes de todos los tiempos.
Naves industriales arrasadas
Daños en la Estatua de la Libertad
Si bien no fue una respuesta directa al zambombazo de la Batalla de Somme, la gran explosión urdida por Alemania en contra de sus enemigos franco-británicos ocurrió en suelo estadounidense. El sabotaje de un (o varios) espía a un centro de distribución de explosivos y municiones destinados a Europa de New Yersey provocó su completa destrucción. Amén de los cuatro muertos y la pérdida de los depósitos y la mercancía, la metralla que voló afectó a la cercana Estatua de la Libertad.
Encontraréis explicaciones detalladas de estas y otras explosiones en nuestro episodio dedicado a la Batalla del Cráter, disponible para su escucha y/o descarga gratuita haciendo clic AQUÍ. También podéis probar activando el siguiente reproductor:
Aunque en una batalla pudiera parecer que impera la anarquía, existen reglas que ambos bandos suelen acatar.
Una bandera roja indicaba las terribles intenciones de la tripulación del barco pirata
Una de las más antiguas era la que regía el trato a los soldados de la facción que resultaba derrotada. Si la lucha se hacía bajo el grito de ¡sin cuartel!, los vencidos tenían asegurada la muerte aunque soltaran sus armas, levantaran los brazos y pidieran cuartel, ruego que equivalía a pedir clemencia. Otra forma de hacer ver las intenciones de acabar con el contrario era izando una bandera roja, seña inequívoca de que no se le perdonaría la vida al contrario una vez fuera doblegado. Esto ocurría tanto en tierra como en mar, tal y como refleja la bandera pirata de la imagen.
Si la lucha se emprendía sin el deseo de aniquilar hasta el último oponente, los soldados rendidos podían ver su muerte cambiada por reclusión, algo muy de agradecer. Esta gracia se obtenía gritando ¡cuartel! mientras se lanzaban las armas a tierra y se levantaban los brazos.
De esto se desprende que luchar sin cuartel implica acabar con todos los enemigos, incluidos los rendidos. Pedir cuartel y dar cuartel son las dos caras de la misma moneda y que garantizaba la vida de aquellos que, a un cierto punto de la batalla, optaban por no seguir combatiendo.
Os presentamos esta cavilación escrita porque en nuestro episodio titulado La batalla de la gran explosión expusimos que los soldados de color de la IV División del Noveno Cuerpo del Ejército del Potomac entraron en batalla gritando ¡lucha sin cuartel!, ¡venganza! Esa feroz ansia surgió de la necesidad de vengar una masacre de soldados negros ocurrida varios meses antes. Pero esto generó un gran problema cuando los derrotados resultaron ser ellos y los soldados confederados decidieron aplicarles la misma regla con la que ellos habían entrado en batalla. Por suerte el comandante confederado evitó la más que segura masacre refrenando a sus soldados. Los sureños, amén del grito de guerra sin cuartel con el que los soldados negros habían entrado en batalla, también actuaban bajo un marco legal que catalogaba a los negros unionistas como esclavos insumisos. Encontraréis más detalles al respecto en nuestro episodio «La batalla de la gran explosión», disponible para su escucha y/o descarga gratuita haciendo clic AQUÍ.
Los confederados consideraban una ofensa combatir contra soldados de color
La intención de no dar cuartel en batalla fue declarada ilegal por la Segunda Convención de la Haya, la de 1907. Lo que esa conferencia internacional no evitó fue que el concepto permeara al lenguaje común con frases como luchar sin cuartel (esforzarse al máximo); dar cuartel (dar descanso / dejar de presionar / conceder clemencia / ser benevolente) o dar cuartelillo (dar un margen de actuación).
Habida cuenta de que en el episodio sobre la Batalla del Cráter (1864) hablamos mucho sobre las trincheras (disponible para su escucha AQUÍ), en la sección de ocio recomendamos cuatro películas complementadas con varios vídeos, todos dignos de ser vistos.
La más nueva producción que usa las trincheras como escenario es 1917, del director británico Sam Mendes. Amén del realismo tanto en el plano bélico -la acción en el campo de batalla- como en el emocional -los muchos sentimientos que asaltan a los protagonistas- lo que más nos gusta es el gran peso que el director otorga a la cámara en desmedro del ordenador. Esto es muy de agradecer en una industria que recurre con cada vez más frecuencia a lo digital, actores incluidos.
Protagonistas de 1917 ante la cámara
Actor virtual que no necesita cámara
El otro gran logro de Sam Mendes y Roger Deankins -el director de fotografía- es el haber escogido el plano secuencia para narrar la historia, algo muy difícil de hacer en el marco de una película con tanta acción. Y aunque en el rodaje no se filmó la película en una única y larguísima toma, al espectador sí lo parece. Pero este truco no desmerece el gran trabajo del equipo de Mendes que debió coreografiar la acción de actores, extras, pirotécnicos y equipo fílmico al dedillo, obligados todos a que las tomas quedaran bien a la primera.
A continuación encontraréis un artículo audiovisual sobre el plano secuencia de Sam Mendes:
La segunda película reseñada tiene un punto en común con 1917 porque su protagonista, Daniel Craig, estuvo bajo las órdenes del binomio Mendes-Deankins cuando los tres coincidieron en Skyfall, una de las muchas aventuras del agente 007. La gran diferencia estriba en que, cuando Craig trabajó en La Trinchera era un actor desconocido.
La Trinchera narra las 48 horas previas al inicio de la Batalla del Somme y trancurre, tal y como dice su título, en una de esos horribles canalones. Un obra muy recomendable y que, por ahora, está disponible en You Tube (sugerimos activar el subtitulado automático en castellano):
Nuestra tercera preferencia recayó en una de las obras de Stanley Kubrick, hombre cuya obsesiva búsqueda de la perfección lo convirtió en un verdadero azote de actores y personal técnico pero que, a la postre, ofrecía al espectador una joya reflejada en la pantalla. Es por eso que las trincheras que su película Senderos de gloria muestra son tan agobiantes como las de la vida real, con un Kirk Douglas enorme.
El apoyo de Kirk Douglas permitió la materialización del proyecto
Realismo típico de Kubrick
Kirk y Kubrick
Kubrick en plena dirección
El drama titulado Cold Mountain (nombre que olvidamos incluir en el programa por cierto) comienza con una cruda representación de la Batalla del Cráter con la que el director Antonty Minghela decidió iniciar la narración. La larga y escena descarnada escena está, por el momento, disponible en You Tube:
Los vídeos comentados en nuestro episodio fueron dos… Bueno, tres si incluimos el de Bugs Bunny. El primero es el espectacular minidocumental con tecnología 3D llamado Guerra Civil, una carta desde las trincheras, que permite al espectador -si usa gafas o un teléfono inteligente- ver en todas direcciones como si estuviera en una trinchera. El segundo es Petersburg, la agonía del Cráter, un reportaje sobre la Batalla del Cráter rodado durante una recreación realizada en su CXXV aniversario. Lo más notable de este trabajo es que los recreadores reprodujeron los trabajos de excavación del túnel, incluyendo su voladura.
El dibujo animado del que hicimos referencia es «Southern Fried Rabbit», un divertidísimo episodio en el que Bugs Bunny se encuentra con un Sam Bigotes confederado anclado en el tiempo y que -con celo extremo- cumple órdenes del General Lee de evitar la entrada de unionistas en territorio sureño. You Tube no ofrece el episodio completo pero con estos dos trozos os podréis hacer una idea de toda la historia:
Tal y como dijimos en nuestro episodio titulado «La batalla de la gran explosión», existe un cómic sobre el evento, publicado por Ediciones Dupuis.
El tomo forma parte de una serie llamada «Les Tuniques Bleues» o «Los de azul», nombre que hace referencia al uniforme unionista. Dicen los entendidos que la aventura gráfica tiene muchos detalles verosímiles y sigue la línea clara de Hergé, el creador de Tin Tin.
Tomando en cuenta la gran cantidad de oyentes de este programa que también leen cómics, os ofrecemos dos caminos para comprarlo. Uno que conduce a la tienda de la Ediciones Dupuis (disponible AQUÍ) y otra hasta Amazon (AQUÍ).
Por suerte su historia ya no es desconocida. Aún queda difusión por hacer, pero la gesta de Manuel Otero Martínez hace mucho que abandonó el limbo en el que estuvo durante 70 años.
Otero fue un soldado español al servicio del US Army que falleció en la playa Omaha durante el embate inicial del Día D. El mérito de que su historia sea pública recae en dos personas: Genma Otero y Manuel Arenas.
Genma Otero, cuarta de izquierda a derecha.
Manuel Arenas Roca, divulgador de historia.
Manuel Otero Martínez, coruñés que sirvió en el US Army
Hace más de un lustro la señora Otero contactó al señor Arenas -presidente de varias asociaciones de historia y conocido editor y librero coruñés- informándole que poseía documentos e información que probaban que un pariente suyo había fallecido combatiendo en las playas de Normandía.
El Sr. Arenas, acompañado por otros miembros de la Asociación histórico cultural The Green Jackets, tras estudiar y cruzar los datos con fuentes originales certificaron la veracidad de los hechos. Esto originó un libro -escrito por Antonio Osende Barallobre y editado por Publicaciones Arenas- que narra la interesante vida del Manuel Otero, hombre que combatió en dos guerras terribles y terminó muriendo en ese infernal maremágnum desatado en la playa Omaha el 6 de junio de 1944.
La obra de Publicaciones Arenas…
… refleja la interesante y dinámica vida de Otero
Si deseáis conocer la historia del soldado Otero y cómo fue rescatada del olvido os invitamos a escuchar nuestro episodio titulado «El Día D en el Museo Histórico Militar», disponible para su descarga y escucha gratuita haciendo clic AQUÍ. También, si os interesa el libro, podréis comprarlo en Amazon pinchando este ENLACE.
Tal y como explicamos en nuestro episodio titulado Tobruk, el desembarco maldito, Libia entró en la historia de la humanidad como una región exportadora de guerreros. Y no era para menos porque solo los más tenaces eran capaces de vivir en un lugar en el que el desierto del Sahara se extiende casi hasta las playas del Mediterráneo.
Garamantes -uno de los pueblos originarios de Libia- en guerra
Si hiciéramos historia alternativa lo único que libró al mundo de una colonización mundial libia fue su escaso crecimiento demográfico. Limitados por la extrema escasez de agua, sus pocos pobladores autóctonos fueron colonizados por potencias errantes, gente proveniente de zonas fértiles que drenaba allí su exceso de población aprovechando, de paso, para arramblar con lo poco que los libios eran capaces de producir.
Pero… Lo que nunca le pudieron quitar a los libios fue su espíritu guerrero. Ni siquiera después de que se descubriera que la árida y yerma región flotaba, literalmente, sobre una negra e inmensa piscina subterránea de petróleo.
Guerreando en Libia hace 3.000 años
Guerreando en Libia hoy día
Y helos allí, peleando de nuevo entre ellos, tal y como hacían cuando fueron descubiertos por los egipcios hace más de 1000 años antes de Cristo.
Podréis conocer estos y otros interesantes aspectos de la historia de Libia en nuestro programa Tobruk, el desembarco maldito, disponible para su escucha y/o descarga gratuita haciendo clic AQUÍ o activando el reproductor situado a continuación.
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Madrugada del 12 de julio de 1943, tercer día de la Operación Husky. Al inicio una invasión militar para la que no estaba anímicamente preparado, un menospreciado paracaidista ítaloamericano se lanza sobre Sicilia para conquistar la isla donde nacieron sus padres. Pero cuando los avatares de la guerra lo dejan atrapado en un aislado pueblo de montaña, se verá obligado a enfrentar un problema aún mayor: librar a Sicilia de un villano peor que Hitler y Mussolini antes de que el ejército aliado conquiste la isla.
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