El último periplo de nuestra mascota lo llevó a doblar el Cabo de Hornos pero, en vez de navegar a poca distancia de la costa, aprovechó la ocasión para dar un salto hasta la Antártida acompañado por uno de nuestros oyentes. Y allí, ejerciendo de vigía de proa, ayudó a sus compañeros tripulantes a vigilar hielos flotantes, uno de los muchos peligros presentes en el Mar de Weddell. Aunque lo que más le divirtió fue ver y tocar pinguinos…
De vuelta a la civilización Zafarranchito fue acogido por otro de nuestros oyentes -bonaerense él- que, al verlo aterido, lo hizo entrar en calor con un mate caliente.
Y allí se encuentra ahora, comiendo asado mientras guarda cuarentena, aunque no nos extrañaría que nuestra mascota aprovechara su condición digital para aparecer en cualquier otra parte del mundo, invocado por cualquiera de vosotros…
Podréis ver algunas de sus otras aventuras el la pestaña «Oyentes & Zafarranchito» de este blog (o pinchando AQUÍ).